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San Bernardo en el centro de Bogotá |
Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo: George Santayana.
El censo de habitantes de calle en Bogotá, realizado en 2024 por la Secretaría de Integración Social, y publicado a mediados de 2025, reveló una realidad alarmante a la que pocos le han dado importancia; y es que miles de personas subsisten en condiciones infrahumanas, sin acceso real a vivienda, salud u oportunidades: simplemente en la calle.
La invisibilización institucional alarma. Zonas como San Bernardo concentran, desde hace meses, —o años— una población en situación de calle creciente, con seguimiento cuando han estallado explosivos en el sector, pero sin planes efectivos para abordar sus necesidades.
El Bronx no fue una anomalía sino un síntoma de un modelo fallido que se sigue repitiendo como está documentado en el libro Viví en el Bronx, testimonios del horror . Esta zona era, de manera literal, un “infierno en la tierra”: drogadicción, violencia, —con desaparecidos, descuartizados, disgregados en ácido— y una estructura criminal establecida que operaba con la complicidad tácita de las autoridades.
Tras su intervención en 2016, sus habitantes se dispersaron a otros sectores y junto a ellos el consumo y las “ollas” de microtráfico, los más graves y reconocidos en el barrio María Paz de la localidad de Kennedy en el conocido “Cartuchito”, San Bernardo, y el canal Comuneros, pero sin una estrategia sólida de tratamiento ni rehabilitación como lo advertí en esta columna publicada en el diario El Espectador en 2017.
El resurgimiento se ha evidenciado desde el día cero y cada día las dinámicas que se presencian son similares a las del Bronx: invisibilización, desplazamiento institucional, enfoque asistencial sin garantías de permanencia ni trazabilidad social.
El Plan de Ordenamiento Territorial, aprobado en 2021, prioriza valorización urbana, tránsito e inversión, pero relega lo social a un mínimo asistencial, que no es suficiente.
La problemática del Cartucho pasó la Avenida Caracas hacia el occidente y se fortaleció el Bronx; posteriormente este hizo la misma migración al oriente y se estableció en San Bernardo, vecino histórico del Bronx, donde cada día se ven condiciones de degradación con microtráfico, consumo abierto de sustancias psicoactivas, inseguridad y una población de calle precaria y sin alternativas reales.
Los 10.478 habitantes de calle que hay en Bogotá, según el censo, un 10 % más que en 2017, son personas que permanecen invisibles para la planificación y, por tanto, vulnerables a intervenciones urbanas excluyentes.
El desafío no es solo Bogotá. En Medellín, Cali, Bucaramanga o Barranquilla, emergen fenómenos de habitabilidad en calle que activan mecanismos similares con asentamientos precarios, expendedores y consumidores controlando territorios, y el Estado mostrándose incapaz de ofrecer soluciones estructurales.
Se debe reconocer que los habitantes de calle son sujetos de derecho, no obstáculos para la estética urbana y aplicar modelos internacionales como el Housing First de Finlandia, que desde 2007 enfocó sus políticas nacionales a la reducción del sinhogarismo a largo plazo mediante programas de vivienda, antes de cualquier tratamiento reduciendo, entre 2008 y 2017, un 76 % las personas que no tienen dónde vivir.
Por ello se deben replantear los planes parciales e intervenciones urbanas garantizando no solo compensación económica, sino inclusión habitacional y social.
Si no actuamos ahora corremos el riesgo de repetir el modelo del Bronx, si no es que ya no lo estamos viviendo. No podemos repetir intervenciones sin enfoque social que simplemente expanden las “ollas” y dispersan el sufrimiento. San Bernardo y María Paz podrían convertirse en epicentros de un horror que no supimos prever.
Bogotá todavía puede aprender y evitar repetir errores. Con decisiones integrales, sostenibles, enfocadas en lo humano, podríamos transformarlo en un ejemplo de renovación con justicia social. Pero el reloj corre: cada día perdido es un paso más hacia el siguiente Bronx.
Por Yeiver Rivera Díaz
Comunicador social-periodista, con maestría en Escritura Creativa. Autor de varios libros periodísticos entre los que están Viví en el Bronx, testimonios del horror; Ni una más ni una menos, la ruta al feminicidio; e Inocencia robada, abuso sexual en la infancia; al igual que de la novela Una vana ilusión .