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| Las representantes Carolina Giraldo y Juliana Aray autoras de la ley |
Ocurrió en Cartagena del
Chairá, Caquetá. Y aunque suene doloroso decirlo, este caso no es una
excepción. Es el reflejo de lo que muchos niños y niñas viven a diario en
Colombia: pierden a sus madres víctimas de feminicidio y, con ellas, también la
posibilidad de una infancia protegida.
Por eso, la aprobación de la Ley
2530 de 2025 representa un paso enorme hacia la justicia social. Colombia
empieza, al fin, a saldar una deuda histórica con miles de niños, niñas,
adolescentes y jóvenes que quedaron huérfanos luego de que sus madres fueran
asesinadas por razones de género.
Durante años, estos menores
han vivido cargando un dolor inmenso. A ese dolor se sumaba la indiferencia del
Estado, que no supo —o no quiso— protegerlos como debía. Desde 2018 he alzado
la voz, insistiéndole al Estado que era urgente atender esta realidad. No hubo
un solo día en que dejara de insistir que estos niños no podían seguir siendo
invisibles.
Por eso esta ley también es
una victoria ciudadana. Es resultado del trabajo de organizaciones sociales, académicos,
familias en búsqueda de justicia, y medios de comunicación que ayudaron a
visibilizar el problema. Que el Congreso haya escuchado este clamor es
significativo y esperanzador.
La nueva ley establece un
sistema integral de protección para los menores que han quedado huérfanos por
feminicidio. Incluye atención en salud física y mental, acceso preferente a
educación y empleo, espacios para actividades culturales y deportivas, acompañamiento
psicosocial, asesoría jurídica y apoyo económico.
Uno de los elementos más
importantes es la creación del Registro Nacional de Huérfanos por
Feminicidio, una herramienta clave para dar seguimiento y garantizar la
atención permanente.
Esta ley también prohíbe que
los niños regresen a entornos donde se reproduzca la violencia ya que no se
puede entregar la custodia a los agresores o su círculo cercano. Esta era una
urgencia que no podíamos seguir ignorando.
También celebro que la ley
promueva un tratamiento más responsable en medios de comunicación y espacios públicos
sobre los feminicidios. Las historias de estas mujeres no pueden seguir siendo
contadas con morbo, sin contexto, o desde el sensacionalismo. Necesitamos
narrativas que respeten el dolor y dignifique a las víctimas.
Pero hay algo claro y es que
esto no termina aquí. El verdadero desafío está en lo que viene ahora. La
reglamentación y puesta en marcha de la ley será la prueba definitiva. Se deben
establecer rutas claras, capacitar funcionarios, coordinar esfuerzos entre
entidades y, sobre todo, escuchar a quienes han vivido estas tragedias de
cerca.
A estos niños no se les puede
ofrecer solo un subsidio. Necesitan acompañamiento emocional, justicia,
reparación, memoria… y un futuro digno. No basta con que sobrevivan al pasado,
hay que garantizarles vida, sueños, oportunidades.
Hacer cumplir esta ley es
tarea de todos. Que no quede en el papel. Que no se vuelva una promesa rota. Hay
que hacerle seguimiento y exigir que se traduzca en acciones concretas.
Por Yeiver Rivera Díaz
Comunicador, escritor y gestor
de la Ley 2530 de 2025. Autor de varios libros, entre ellos Ni una más ni
una menos: la ruta al feminicidio.

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